BIOGRAFÍA
Isabel Catez nació el 18 de julio de 1880 en el campo militar de Avor. En 1901, ingresó en el monasterio de Carmelitas Descalzas de Dijon, donde profesó en 1903. Adoradora auténtica en espíritu y verdad, llevó una vida oculta con Cristo en Dios, viviendo en el Carmelo su particular vocación de ser alabanza de gloria a la Santísima Trinidad, huésped del alma, hallando en este misterio el cielo en la tierra. Falleció el 9 de noviembre de 1906 para irse, -como dijo ella- “a la luz, a la vida, al amor”.
LITURGIA DE LAS HORAS
Memoria | Del común de vírgenes o de santas mujeres: para los religiosos
HIMNO
Que la gracia de Dios te inunde e invada
derramándose en ti como un río de paz,
bajo sus tranquilas olas ella te sepulte
para que nada de fuera te roce jamás.
En esa profundidad, calma y misterio,
serás visitada por la Divinidad.
Allí, te festejo yo en silencio,
adorando contigo a la Santa Trinidad.
Gloria al Padre que nos creó,
Gloria al Hijo que nos redimió,
Gloria al Espíritu que en nuestro corazón se derramó. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Que el cielo cante la gloria del Eterno.
Salmo 18 A
El cielo proclama la gloria de Dios,
El firmamento pregona la obra de sus manos.
El día al día le pasa el mensaje,
la noche a la noche se lo murmura.
Sin que hablen sin que pronuncien,
sin que resuene su voz,
a toda la tierra alcanza su pregón
y hasta los límites del orbe su lenguaje.
Allí le ha puesto su tienda al sol:
él sale como el esposo de su alcoba,
contento como un héroe, a recorrer su camino.
Asoma por un extremo del cielo
y su órbita llega al otro extremo:
nada se libra de su calor.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1. Que el cielo cante la gloria del Eterno.
Ant. 2. El Señor derrama su gracia en tu alma y te bendice eternamente.
Salmo 44 I
Me brota del corazón un poema bello,
recito mis versos a un rey;
mi lengua es ágil pluma de escribano.
Eres el más bello de los hombres,
en tus labios se derrama la gracia,
el Señor te bendice eternamente.
Cíñete al flanco la espada valiente:
es tu gala y tu orgullo;
cabalga victorioso por la verdad y la justicia,
tu diestra te enseñe a realizar proezas.
Tus flechas son agudas, los pueblos se te rinden,
se acobardan los enemigos del rey.
Tu trono, ¡oh dios!, permanece para siempre;
cetro de rectitud es tu cetro real;
has amado la justicia y odiado la impiedad:
por eso el Señor, tu Dios, te ha ungido
con aceite de júbilo entre todos tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos,
desde los palacios de marfiles te deleitan las arpas.
Hijas de reyes salen a tu encuentro,
de pie a tu derecha está la reina enjoyada con oro de Ofir.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2. El Señor derrama su gracia en tu alma y te bendice eternamente.
Ant. 3. Prendado está el rey de tu belleza, él es tu Señor y tu Dios.
Salmo 44 II
Escucha, hija, mira: inclina el oído,
olvida tu pueblo y la casa paterna.
Prendado está el rey de tu belleza,
póstrate ante él, que él es tu señor.
La ciudad de Tiro viene con regalos,
los pueblos más ricos buscan tu favor.
Ya entra la princesa, bellísima,
vestida de perlas y brocado;
la llevan ante el rey con séquito de vírgenes,
la siguen sus compañeras:
las traen entre alegría y algazara,
van entrando en el palacio real.
“A cambio de tus padres tendrás hijos,
que nombrarás príncipes por toda la tierra.”
Quiero hacer memorable tu nombre
por generaciones y generaciones,
y los pueblos te alabarán
por los siglos de los siglos.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3. Prendado está el rey de tu belleza, él es tu Señor y tu Dios.
V. Me enseñarás el sendero de la vida.
R. Me saciarás de gozo en tu presencia.
PRIMERA LECTURA
De la carta del apóstol san Pablo a los Romanos
8, 14-39
Todos los que son guiados por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Pues no recibisteis un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, recibisteis un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre! El Espíritu mismo se une a nuestro espíritu para dar testimonio de que somos hijos de Dios. Y, si hijos, también herederos: herederos de Dios y coherederos de Cristo, ya que sufrimos con él, para ser también con él glorificados. Porque estimo que los sufrimientos del tiempo presente no son comparables con la gloria que se ha de manifestar en nosotros. Pues la ansiosa espera de la creación desea vivamente la revelación de los hijos de Dios. La creación, en efecto, fue sometida a la vanidad, no espontáneamente, sino por aquel que la sometió, en la esperanza de ser liberada de la servidumbre de la corrupción para participar en la gloriosa libertad de los hijos de Dios. Pues sabemos que la creación entera gime hasta el presente y sufre dolores de parto. Y no sólo ella; también nosotros, que poseemos las primicias del Espíritu, nosotros mismos gemimos en nuestro interior anhelando el rescate de nuestro cuerpo. Porque nuestra salvación es en esperanza; y una esperanza que se ve, no es esperanza, pues ¿cómo es posible esperar una cosa que se ve? Pero esperar lo que no vemos, es aguardar con paciencia. Y de igual manera, el Espíritu viene en ayuda de nuestra flaqueza. Pues nosotros no sabemos cómo pedir para orar como conviene; mas el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos inefables, y el que escruta los corazones conoce cuál es la aspiración del Espíritu, y que su intercesión a favor de los santos es según Dios. Por lo demás, sabemos que en todas las cosas interviene Dios para bien de los que le aman; de aquellos que han sido llamados según su designio. Pues a los que de antemano conoció, también los predestinó a reproducir la imagen de su Hijo, para que fuera él el primogénito entre muchos hermanos; y a los que predestinó, a ésos también los justificó; a los que justificó, a ésos también los glorificó. Ante esto ¿qué diremos? Si Dios está por nosotros ¿quién contra nosotros? El que no perdonó ni a su propio Hijo, antes bien le entregó por todos nosotros, ¿cómo no nos dará con él graciosamente todas las cosas? ¿Quién acusará a los elegidos de Dios? Dios es quien justifica. ¿Quién condenará? ¿Acaso Cristo Jesús, el que murió, más aún el que resucitó, el que está a la diestra de Dios, y que intercede por nosotros? ¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación?, ¿la angustia?, ¿la persecución?, ¿el hambre?, ¿la desnudez?, ¿los peligros?, ¿la espada?, como dice la Escritura: Por tu causa somos muertos todo el día; tratados como ovejas destinadas al matadero. Pero en todo esto salimos vencedores gracias a aquel que nos amó. Pues estoy seguro de que ni la muerte ni la vida ni los ángeles ni los principados ni lo presente ni lo futuro ni las potestades ni la altura ni la profundidad ni otra criatura alguna podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús Señor nuestro.
Responsorio
R. A los que había escogido, Dios los predestinó a ser imagen de su Hijo, para que él fuera el primogénito de muchos hermanos. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
V. Ni el ojo vio, ni el oído oyó lo que Dios ha preparado para los que le aman.
R. A los que predestinó, los llamó; a los que llamó, los justificó; a los que justificó, los glorificó.
SEGUNDA LECTURA
Elevación a la Santísima Trinidad de Santa Isabel de la Trinidad
Oh Dios mío, Trinidad a quien adoro, ayúdame a olvidarme totalmente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquilo, como si ya mi alma estuviera en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, oh mi inmutable, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.
Pacifica mi alma, haz de ella tu cielo, tu morada de amor y el lugar de tu descanso. Que en ella nunca te deje solo, sino que esté ahí con todo mi ser, todo despierto en fe, en completa adoración, totalmente entregado a tu acción creadora.
Oh mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser, en mi alma, una esposa para tu Corazón, quisiera cubrirte de gloria, quisiera amarte…, hasta morir de amor. Pero siento mi impotencia: te pido ser revestido de Ti mismo, identificar mi alma con cada movimiento de la Tuya, sumergirme en Ti, ser invadido por Ti, ser sustituido por Ti, para que mi vida no sea sino irradiación de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.
Oh Verbo eterno, Palabra de mi Dios, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero volverme totalmente dócil, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas mis impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz.
Oh Astro mío querido, fascíname, para que ya no pueda salir de tu esplendor.
Oh Fuego abrazador, Espíritu de amor, desciende sobre mí, para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo: que yo sea para Él como una prolongación de su Humanidad Sacratísima en la que renueve todo su Misterio.
Y Tú, oh Padre, inclínate sobre esta pobre criatura tuya, cúbrela con tu sombra, no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien tienes todas tus complacencias.
Oh mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad en que me pierdo, me entrego a Vos como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, hasta que vaya a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas
Responsorio
R. Sois templo de Dios y el espíritu de Dios habita en vosotros. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo.
V. Para alabanza de su gloria.
R. Glorificad a Dios en vuestro cuerpo.
Después del segundo responsorio, se dice el himno Señor, Dios eterno
Señor, Dios eterno, alegres te cantamos,
a ti nuestra alabanza,
a ti, Padre del cielo, te aclama la creación.
Postrados ante ti, los ángeles te adoran
y cantan sin cesar:
Santo, santo, santo es el Señor, Dios del universo;
llenos están el cielo y la tierra de tu gloria.
A ti, Señor, te alaba el coro celestial de los apóstoles,
la multitud de los profetas te enaltece,
y el ejército glorioso de los mártires te aclama.
A ti la Iglesia santa,
por todos los confines extendida,
con júbilo te adora y canta tu grandeza:
Padre, infinitamente santo,
Hijo eterno, unigénito de Dios,
Santo Espíritu de amor y de consuelo.
Oh Cristo, tú eres el Rey de la gloria,
tú el Hijo y Palabra del Padre,
tú el Rey de toda la creación.
Tú, para salvar al hombre,
tomaste la condición de esclavo
en el seno de una virgen.
Tú destruiste la muerte
y abriste a los creyentes las puertas de la gloria.
Tú vives ahora,
inmortal y glorioso, en el reino del Padre.
Tú vendrás algún día,
como juez universal.
Muéstrate, pues, amigo y defensor
de los hombres que salvaste.
Y recíbelos por siempre allá en tu reino,
con tus santos y elegidos.
Salva a tu pueblo, Señor,
y bendice a tu heredad.
Sé su pastor,
y guíalos por siempre.
Día tras día te bendeciremos
y alabaremos tu nombre por siempre jamás.
Dígnate, Señor,
guardarnos de pecado en este día.
Ten piedad de nosotros, Señor,
ten piedad de nosotros.
Que tu misericordia, Señor, venga sobre nosotros,
como lo esperamos de ti.
A ti, Señor, me acojo,
no quede yo nunca defraudado.
ORACION
Oh Dios, rico en misericordia, que descubriste a Santa Isabel de la Trinidad el misterio de tu presencia secreta en el alma del justo e hiciste de ella una adoradora en espíritu y verdad; concédenos, por su intercesión, que permaneciendo en el amor de Cristo, seamos transformados en templos del Espíritu Santo de amor, para alabanza de tu gloria. Por nuestro Señor.
LAUDES
V/ Dios mío ven en mi auxilio.
R/ Señor date prisa en socorrerme. Gloria al Padre…
HIMNO
Con mirada sencilla, que tu fe contemple
el misterio escondido que en ti se realiza.
El Espíritu Santo te escogió por su templo,
ya no te perteneces, y ésta es tu grandeza.
Bajo el toque divino, permanece en silencio
para que El imprima en ti la imagen del Señor.
Fuiste predestinada a esta semejanza
por un decreto arcano de nuestro Creador.
Da gracias al Señor por su querer supremo,
que tu ser se abisme en la adoración. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Desde la aurora te busco, mi alma está sedienta de ti.
Salmo 62, 2-9
¡Oh Dios! tú eres mi Dios, por ti madrugo,
mi alma está sedienta de ti;
mi carne tiene ansia de ti.
como tierra reseca, agostada, sin agua.
¡Cómo te contemplaba en el santuario
viendo tu fuerza tu gloria!
Tu gracia vale más que la vida,
te alabarán mis labios.
Toda mi vida te bendeciré
y alzaré las manos invocándote
Me saciaré de manjares exquisitos,
y mis labios te alabarán jubilosos.
En el lecho me acuerdo de ti
y velando medito en ti,
porque fuiste mi auxilio,
v a la sombra de tus alas canto con júbilo;
mi alma está unida a ti,
y tu diestra me sostiene.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1. Desde la aurora te busco, mi alma está sedienta de ti.
Ant. 2. Bendice alma mía al Señor y todo mi ser a su santo nombre.
Cántico – Dn 3, 57-88.56
Creaturas todas del Señor, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos
Ángeles del Señor, bendecid al Señor;
cielos, bendecid al Señor.
Aguas del espacio, bendecid al Señor;
ejércitos del Señor, bendecid al Señor.
Sol y luna, bendecid al Señor;
astros del cielo, bendecid al Señor.
Lluvia y rocío, bendecid al Señor;
vientos todos, bendecid al Señor.
Fuego y calor, bendecid al Señor;
fríos y heladas, bendecid al Señor.
Rocíos y nevadas, bendecid al Señor;
témpanos y hielos, bendecid al Señor.
Escarchas y nieves, bendecid al Señor;
noche y día bendecid al Señor.
Luz y tinieblas, bendecid al Señor;
rayos y nubes, bendecid al Señor.
Bendiga la tierra al Señor,
ensálcelo con himnos por los siglos.
Montes y cumbres, bendecid al Señor.
cuanto germina en la tierra, bendiga al Señor.
Manantiales, bendecid al Señor;
mares y ríos, bendecid al Señor.
Cetáceos y peces, bendecid al Señor;
aves del ciclo, bendecid al Señor.
Fieras y ganados, bendecid al Señor;
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Hijos de los hombres, bendecid al Señor;
bendiga Israel al Señor.
Sacerdotes del Señor, bendecid al Señor;
siervos del Señor, bendecid al Señor.
Almas y espíritus justos, bendecid al Señor;
santos y humildes de corazón. bendecid al Señor.
Ananías, Azarías y Misael, bendecid al Señor,
ensalzadlo con himnos por los siglos.
Bendigamos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo,
ensalcémoslo con himnos por los siglos.
Bendito el Señor en la bóveda del cielo,
alabado y glorioso y ensalzado por los siglos.
No se dice Gloria al Padre.
Ant. 2. Bendice alma mía al Señor y todo mi ser a su santo nombre.
Ant. 3. Te alabaré Dios mío mi rey.
Salmo 149
Cantad al Señor un cántico nuevo,
resuene su alabanza en la asamblea de los fieles;
que se alegre Israel por su Creador,
los hijos de Sión por su Rey.
Alabad su nombre con danzas,
cantadle con tambores y cítaras;
porque el Señor ama a su pueblo
y adorna con la victoria a los humildes.
Que los fieles festejen su gloria
y canten jubilosos en filas:
con vítores a Dios en la boca
y espadas de dos filos en las manos:
para tomar venganza de los pueblos
y aplicar el castigo a las naciones,
sujetando a los reyes con argollas,
a los nobles con esposas de hierro.
Ejecutar la sentencia dictada
es un honor para todos sus fieles.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 3. Te alabaré Dios mío mi rey.
LECTURA BREVE – Ct 8, 7
Las aguas torrenciales no podrían apagar el amor, ni anegarla los ríos. Si alguien quisiera comprar el amor con todas las riquezas de su casa, se haría despreciable.
RESPONSORIO BREVE
V/ Tu luz, Señor, nos hace ver la luz, al despuntar la aurora.
R/ Tu luz, Señor, nos hace ver la luz, al despuntar la aurora.
V/ Mi corazón se regocija por el Señor.
R/ Al despuntar la aurora.
V/ Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
R/ Tu luz, Señor, nos hace ver la luz, al despuntar la aurora.
CANTICO EVANGELICO
Ant. Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
Cántico de Zacarías – Lc 1, 68-79
Bendito sea el Señor Dios de Israel,
porque ha visitado y redimido a su pueblo,
suscitándonos una fuerza de salvación
en la casa de David, su siervo,
según lo había predicho desde antiguo
por boca de sus santos profetas.
Es la salvación que nos libra de nuestros enemigos
y de la mano de todos los que nos odian;
ha realizado así la misericordia que tuvo con nuestros padres,
recordando su santa alianza
y el juramento que juró a nuestro padre Abraham.
Para concedemos que libres de temor,
arrancados de la mano de los enemigos,
le sirvamos con santidad y justicia,
en su presencia, todos nuestros días.
Y a ti, niño, te llamarán profeta del Altísimo,
porque irás delante del Señor
a preparar sus caminos,
anunciando a su pueblo la salvación,
el perdón de sus pecados.
Por la entrañable misericordia de nuestro Dios,
nos visitará el sol que nace de lo alto,
para iluminar a los que viven en tiniebla
y en sombra de muerte,
para guiar nuestros pasos
por el camino de la paz.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
PRECES
Glorifiquemos a Cristo, esposo y corona de las vírgenes, y supliquémosle diciendo:
Jesús, corona de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, a quien las vírgenes amaron como a su único esposo,
– concédenos que nada nos aparte de tu amor.
Tú que coronaste a María como reina de las vírgenes,
– por su intercesión concédenos recibirte siempre con pureza de corazón.
Por intercesión de las santas vírgenes que te sirvieron siempre con fidelidad, consagradas a ti en cuerpo y alma,
– ayúdanos, Señor, a que los bienes de este mundo que pasa no nos aparte de tu amor.
Señor Jesús, esposo que has de venir y a quien las vírgenes prudentes esperaban,
– concédenos que aguardemos tu retorno glorioso con una esperanza activa.
Por intercesión de Santa Isabel de la Trinidad, que fue virgen sensata y una de las prudentes,
– concédenos, Señor, la verdadera sabiduría y la pureza de costumbres.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Con sencillez y humildad digamos la oración que Jesús nos enseñó: Padre nuestro.
ORACION
Oh Dios, rico en misericordia, que descubriste a Santa Isabel de la Trinidad el misterio de tu presencia secreta en el alma del justo e hiciste de ella una adoradora en espíritu y verdad; concédenos, por su intercesión, que permaneciendo en el amor de Cristo, seamos transformados en templos del Espíritu Santo de amor, para alabanza de tu gloria. Por nuestro Señor.
VISPERAS
V/ Dios mío ven en mi auxilio.
R/ Señor date prisa en socorrerme. Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo, como era en el principio, ahora y siempre, por los siglos de los siglos. Amén.
HIMNO
Imagen del Salvador, tu eres mi sola riqueza.
Ven pronto a mi corazón, a sostener mi flaqueza.
Junto a ti, amigo divino, hasta el dolor tiene encantos.
A tus pies, Jesús querido, dejo yo correr mis llantos.
Si tú moriste por mí, después de grandes tormentos,
tú sabes que mi esperanza, es darme toda a ti.
¡Qué orgullosa y qué feliz, de tener tan gran honor,
de compartir tu dolor, caminando en pos de ti.
Gracias, Crucifijo amado, seas por siempre bendito.
Oigo tu vos que me llama. ¡Señor, qué porción tan bella!
Tú me quisiste elegir, para amar, orar, sufrir,
por favor, ven en seguida, yo te consagré mi vida. Amén.
SALMODIA
Ant. 1. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas.
Salmo 121
¡Qué alegría cuando me dijeron:
“vamos a la casa del Señor”!
Ya están pisando nuestros pies
tus umbrales. Jerusalén.
Jerusalén está fundada
como ciudad bien compacta.
Allá suben las tribus,
las tribus del Señor.
Según la costumbre de Israel,
a celebrar el nombre del Señor;
en ella están los tribunales de justicia
en el palacio de David.
Desead la paz a Jerusalén:
“Vivan seguros los que te aman,
haya paz dentro de tus muros,
seguridad en tus palacios.”
Por mis hermanos y compañeros,
voy a decir: “La paz contigo.”
Por la casa del Señor, nuestro Dios,
te deseo todo bien.
Gloria al Padre, y Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 1. Te doy gracias, Señor, de todo corazón, proclamando todas tus maravillas.
Ant. 2. Como el Padre me ha amado así os he amado yo: permaneced en mi amor.
Salmo 126
Si el Señ0r no construye la casa,
en vano se cansan los albañiles;
si el Señor no guarda la ciudad,
en vano vigilan los centinelas.
Es inútil que madruguéis,
que veléis hasta muy tarde,
los que coméis el pan de vuestros sudores:
¡Dios lo da a sus amigos mientras duermen!
La herencia que da el Señor son los hijos;
una recompensa es el fruto de las entrañas:
son saetas en mano de un guerrero
los hijos de la juventud.
Dichoso el hombre que llena
con ellas su aljaba:
no quedará derrotado cuando litigue
con su adversarlo en la plaza.
Gloria al Padre, y Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. 2. Como el Padre me ha amado así os he amado yo: permaneced en mi amor.
Ant. 3. El nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante El por el amor.
Bendito sea Dios,
Padre de nuestro Señor Jesucristo,
que nos ha bendecido en la persona de Cristo
con toda clase de bienes espirituales y celestiales.
El nos eligió en la persona de Cristo,
antes de crear el mundo,
para que fuésemos consagrados
e irreprochables ante él por el amor.
El nos ha destinado en la persona de Cristo,
por pura iniciativa suya
a ser sus hijos,
para que la gloria de su gracia,
que tan generosamente nos ha concedido
en su querido Hijo,
redunde en alabanza suya.
Por este Hijo, por su sangre,
hemos recibido la redención,
el perdón de los pecados.
El tesoro de su gracia, sabiduría y prudencia
ha sido un derroche para con nosotros,
dándonos a conocer el misterio de su voluntad.
Este es el plan
que había proyectado realizar por Cristo
cuando llegase el momento culminante:
hacer que todas las cosas tuviesen a Cristo por cabeza,
las del cielo y las de la tierra.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio. ahora y siempre,
por los siglos de los siglos Amén.
Ant. 3. El nos eligió en la persona de Cristo para que fuésemos santos e irreprochables ante El por el amor.
LECTURA BREVE 1 Jn 4, 16
Nosotros hemos conocido el amor que Dios nos tiene, y hemos creído en él. Dios es Amor y quien permanece en el amor permanece en Dios y Dios en él.
RESPONSORIO BREVE
- Mi alma te busca a ti Dios mío y está sedienta de ti.
- Mi alma te busca a ti Dios mío y está sedienta de ti.
- El que tenga sed beba gratuitamente el agua de la vida.
- Y está sedienta de ti.
- Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
- Mi alma te busca a ti Dios mío y está sedienta de ti.
CANTICO EVANGELICO
Ant. Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
Cántico de la Santísima Virgen María Lc 1, 46-55
Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava
Desde ahora me felicitarán todas las generaciones,
porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
su nombre es santo
y su misericordia llega a sus fieles
de generación en generación.
El hace proezas con su brazo:
dispersa a los soberbios de corazón,
derriba del trono a los poderosos,
y enaltece a los humildes,
a los hambrientos los colma de bienes
y a los ricos los despide vacíos.
Auxilia a Israel su siervo,
acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abraham y su descendencia por siempre.
Gloria al Padre, y al Hijo, y al Espíritu Santo.
Como era en el principio, ahora y siempre,
por los siglos de los siglos. Amén.
Ant. Si alguno me ama, guardará mi palabra, y mi Padre le amará y vendremos a él y haremos en él nuestra morada.
PRECES
Alabemos con gozo a Cristo, que elogió a los que permanecen vírgenes, a causa del reino de Dios, y supliquémosle diciendo:
Jesús, rey de las vírgenes, escúchanos.
Señor Jesucristo, que como esposo amante colocaste junto a ti a la Iglesia sin mancha ni arruga,
haz que sea siempre santa e inmaculada.
Señor Jesucristo, a cuyo encuentro salieron las vírgenes santas con sus lámparas encendidas,
no permitas que falte nunca el óleo de la fidelidad en las lámparas de las vírgenes que se han consagrado a ti.
Señor Jesucristo, a quien la Iglesia virgen guardó siempre fidelidad intacta,
concede a todos los cristianos la integridad y la pureza de la fe.
Tú que concedes hoy a tu pueblo alegrarse por la festividad de Santa Isabel de la Trinidad,
concédele también gozar siempre de su valiosa intercesión.
Tú que recibiste en el banquete de tus bodas a las vírgenes santas,
admite también a nuestros hermanos difuntos en el convite festivo de tu reino.
Se pueden añadir algunas intenciones libres.
Oremos con Jesús, diciendo: Padre nuestro.
ORACION
Oh Dios, rico en misericordia, que descubriste a Santa Isabel de la Trinidad el misterio de tu presencia secreta en el alma del justo e hiciste de ella una adoradora en espíritu y verdad; concédenos, por su intercesión, que permaneciendo en el amor de Cristo, seamos transformados en templos del Espíritu Santo de amor, para alabanza de tu gloria. Por nuestro Señor.